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Este es un espacio para pensar en comunidad. 

Ricardo Suaste



Desde mediados de agosto se empieza a observar un auge en las expresiones nacionalistas a lo largo de todo el territorio mexicano. Se hace evidente en las calles con los vendedores ambulantes, que ahora en lugar de ofrecer una serie de misceláneas que hacen referencia a lo que conforme el zeitgeist de la sociedad mexicana, optan por ofrecer banderas de todos los tamaños y cualquier otro artículo que pueda hacer alusión a la identidad mexicana. Entre sombreros, bigotes falsos, máscaras de luchadores y una amplia variedad de artículos tricolores, es que cada año recibimos el mes de septiembre. Así mismo, se empieza a observar que en casas que se habían encontrado desprovistas de cualquier ornamento, ahora ondean banderas mexicanas, y que en los sobrios edificios gubernamentales comienzan a aparecer luces tricolores y emblemas nacionales que adornan sus umbrías fachadas, en las cuales previamente sólo ondeaba una bandera mexicana.


La misma denominación coloquial que se le da a septiembre como el ‘mes patrio’, pone en evidencia su importancia simbólica como el mes en el cual las expresiones nacionalistas y la reafirmación de la identidad nacional se suscitan de manera más clara. Sin embargo, presuponer que es exclusivamente dentro de estos 30 días al año en los que se conforma la identidad nacional que rige al Estado Mexicano sería un error. Ya que si bien, las expresiones nacionalistas se manifiestan claramente en este periodo, es el condicionamiento que se lleva a cabo sutilmente los otros 335 días del año, a lo largo de nuestra vida, lo que sienta las bases para que la identidad nacional impere de la forma en la que lo hace.


Por esto, a partir del nacionalismo exacerbado que se manifiesta particularmente en septiembre, retomar las formas de nacionalismo que pasan desapercibidas el resto del año, es importante. Puesto que es mediante un ‘nacionalismo banal’ que se torna viable una expresión tan uniforme de la ‘mexicanidad’, por más lejana de la realidad que esté.


Ahora bien, actualmente la idea de nacionalismo parece estar reservada para ciertos contextos particulares, y es utilizada con esbozos de negatividad. La imágen por idiosincrasia de un nacionalista, actualmente, es la de un estadounidense de extrema derecha, anti inmigrantes, racista, xenofobico, conservador y extremadamente religiosos. Sin embargo, limitar el nacionalismo a esos extremos nos lleva a ignorar todas las otras expresiones en las cuales se manifiesta. Y es importante tenerlas presentes, porque el nacionalismo no sólo es la manifestación de una identidad nacional, sino que es una forma de darle identidad a los mismos individuos, sean o no conscientes de ello.



El autor Michael Billig en su libro Nacionalismo Banal, acuña este término para hacer una distinción ideológica entre ambas formas de nacionalismo. Reconociendo que existe una diferencia entre el nacionalismo que profesa un extremista que aboga por la erradicación de todas aquellas personas que no le sean semejante, y el nacionalismo que se practica en la cotidianidad por gran parte de los individuos. Ante la toma del concepto de nacionalismo como exclusivo a esas representaciones radicales, la idea de Nacionalismo Banal se utiliza como esa forma de definir los componentes que influyen en la constitución de una identidad nacional, entendiendo banal no como algo benigno ni inocente, sino como rutinario e imperceptible.


Resulta destacable que, a pesar de la globalización, los Estado-Nación han conseguido una permanencia dentro de la identidad de las personas, sin embargo, esto sólo se logra mediante el constante e inocuo recordatorio a sus ciudadanos de que pertenecen a una nación. Billig menciona que “la imágen metonímica del nacionalismo banal no es la bandera que está siendo ondeada conscientemente con una ferviente pasión; es la bandera colgando inadvertidamente de un edificio público.” (Billig, Michael, Banal Nationalism, 1995, p.8)


Es por esto que, aunque la imágen colectiva que tenemos del mes de septiembre es ese ondeado ferviente de la bandera, es imperativo reconocer que ese es el resultado de la conformación de una identidad compartida, que se nos ha inculcado inocuamente a lo largo de nuestra vida. Esta forma de nacionalismo exacerbado, sólo es viable por todas las expresiones de un nacionalismo banal que ejercemos y al que estamos sujetos día con día.


El estar situados dentro de un contexto político específico, es decir, dentro de los márgenes del Estado-Nación, implica estar sujetos a otras condiciones particulares. Estas son tanto culturales y sociales, como legales, e incluso emocionales; pertenecer a un Estado-Nación condiciona la forma en la que nos vemos en el mundo y cómo lo vemos a éste.


Sin embargo, las experiencias particulares de los individuos, aún dentro del mismo Estado-Nación, son radicalmente distintas; y a pesar de esto, parecería que existe una condición primigenia que busca unir a todas las identidades. Dentro de nuestro contexto particular de México, observamos que la identidad mexicana, por más ofusca que sea, está muy presente, aún más en el mes de septiembre. A lo largo del mes se nos recuerda de forma ferviente nuestra nacionalidad, que más allá de cualquier otra experiencia o identidad que poseamos, primeramente somos mexicanos. Evidentemente esto es efectivo, como menciona Billig, gracias a un condicionamiento inocuo el resto del año, que se vuelve patente en momentos de crisis o en situaciones específicas, tal y como lo es el 15 de Septiembre.


Ahora bien, independientemente de qué tan ofuscado esté aquello que se reconoce como identidad nacional, sigue permeando a los individuos. Esto es destacable porque la experiencia de ser mexicano es tan variada que resulta inconcebible el hecho de que tantas identidades puedan concurrir bajo la ‘mexicanidad’. Y la realidad es que no lo hacen. A pesar del mito recurrente sobre la unidad nacional y de la conexión trascendental que aparenta existir entre todas las personas que se identifican como mexicanos, mexicanas o mexicanxs, la realidad es que tal unidad existe exclusivamente bajo la constitución del Estado Mexicano, y fuera de éste, tal unidad se desvanece.


Esto se debe a que persiste la noción de que México es un concepto lo suficientemente amplio como para encapsular todas las identidades que le habitan, sin embargo, así como existen innumerables identidades paralelas a esa condición nacional, esa misma condición nacional contiene, en sí misma, variables igualmente innumerables y sofocadas. Tan sólo en la Ciudad de México, ser mujer en la Doctores es una experiencia radicalmente distinta a ser mujer en Polanco. De igual forma que lo es ser una persona queer en la Cuauhtémoc a serlo en Coyoacán. Y dichas distinciones se suscitan tan sólo dentro del micro contexto de la CDMX, por lo que si tomáramos en consideración el resto de los estados, las diferencias sólo se terminarían por exponenciar aún más. Ante esto, es evidente que conciliar una identidad nacional unificadora no es viable, sin embargo, aún persiste el mito no sólo de que es posible, sino de que de facto, existe.



En gran parte es que esa autoidentificación nacional que nos permea, resulta imposible de desmantelar efectivamente, porque el condicionamiento que se suscita desde la infancia, genera un sentido de identificación que es previo a cualquier otra forma de identidad que generamos. Desde la escuela con los honores a la bandera de todos los lunes, o la forma en la que en las clases de historia se nos remarca que es nuestra historia, o incluso el lenguaje que se utiliza en los spots del gobierno, y hasta las narrativas que se observan en la programación de la televisión abierta. Es desde esa banalidad que se consigue que antes de ser cualquier otra cosa, antes de que nos podamos autodefinir de cualquier otra forma, nuestro arché es nuestra nacionalidad, y nuestra ideología es la del Estado.


Sin embargo, dicha nacionalidad no es generalizada, ya que no encapsula todas las vivencias que se sitúan en dicho concepto, sino que establece un paradigma al cual hay que aspirar. Y en eso radica la identidad nacional, no en el reconocimiento particular de todas las identidades que conforman al país, sino en el ideal al que necesitamos llegar, independientemente de cómo nos identifiquemos.


Es por esto que resulta tan complicado alejarse de ese nacionalismo, porque por más que queramos suponernos más allá de éste, nuestra intrínseca conexión con el Estado-Nación nos ha llevado a asumir al Estado mismo como una extensión nuestra; y por lo tanto, sus ideologías y aspiraciones, como propias.


Ante esto es que constantemente nos vemos cumpliendo el presagio que se entona en el himno nacional, cada uno de nosotros como soldado, no por decisión, sino por condicionamiento. Desde la aceptación del militar como una figura de protección y autoridad respetable, hasta el impulso de exigirle a los demás que se adecúen a esos ideales nacionales.


Gracias a esto, el Estado ha conseguido proclamarse como el factor unificante. Sin el Estado, y sin la unidad que deviene de él, el Estado nos advierte que la única otra opción es el abismo. Sin la figura del Estado que mantiene la unidad social, no hay razón para que tantas divergencias identitarias converjan. Y es por esto que la ciudadanía misma es la que le exige a los demás que se adecúen a los ideales estatales.




Los gobiernos globales actuales han configurado su discurso en torno a la conservación de este Uno, que es cada Estado-Nación. Pero las disimilitudes entre todas las personas que conforman dicho Estado son cada vez más evidentes, por lo que existe una presión por conservar ese ideal aspiracional. Se acepta que existan tantas identidades, siempre y cuando, la culminación de ellas se coloque debajo de la visión monolítica del Estado.


Se acepta la existencia de las comunidades indígenas siempre y cuando se reconozcan bajo los estatutos del Estado, no los propios. El Estado no los reconoce como Zapotecos ni como Mixes, sino como ‘indígenas’, y mientras se atengan a esa determinación, son aceptados. De igual forma con las disidencias sexuales, que se les acepta siempre y cuando se atengan a unos roles específicos, el Estado no tiene gran problema con una pareja de hombres cis homosexuales que replican el ideal de la familia de México, con los roles muy bien definidos. Sin embargo, las personas trans o parejas queer que no repliquen estos estándares, son rechazadas. El Estado acepta y amapara todas las identidades, pero sólo mientras que éstas se adecúen a sus parámetros.


Y aún así, aún reconociendo que el Estado acepta disidencias si, y sólo si, se atienen a lo que ha establecido como aceptable; resulta muy complejo deshacernos de esa identidad nacional, porque mediante el condicionamiento constante se nos ha inculcado que es lo que debemos de ser, y que si no lo somos, al menos debemos de aspirar a serlo. En esto radica la importancia de entender que el nacionalismo banal configura quienes somos. En reconocer que la razón por la que en septiembre, por más que nos resistamos, replicamos los ideales que establece el Estado, es por esas formas de condicionamiento inocuas que persisten en nuestro día a día. Pues no todas las personas encajamos bajo esa identidad nacional, pero el Estado nos dice que, cuando menos, sí podemos aspirar a ella.


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Ricardo Suaste

“Barbie” es el fenómeno comercial más reciente. La nueva película de Greta Gerwig,

directora de “Lady Bird” y “Little Women”, rápidamente se estableció como el hito

comercial de su carrera como directora, así como de la misma industria cinematográfica, ya

que se convirtió en el estreno más taquillero de una película dirigida por una mujer, así

como el estreno más grande del 2023. Los efectos y el impacto comercial que ha tenido es

evidente, ya que esta semana resultaba imposible acercarse a un cine sin encontrarse con la

gran mayoría de los presentes con alguna prenda rosa o entrar a redes sociales sin

encontrarse con algo relacionado con la película; sin embargo, asimilar el impacto podría

tener en la cultura resulta más complicado, ya que, a pesar de ser un claro triunfo comercial, es inevitable reconocer que las temáticas y conceptos que se tratan dentro de la obra, marcan una posible nueva tendencia dentro de la industria cinematográfica. Principalmente porque, a diferencia de la gran mayoría de las películas de Hollywood, la

narrativa de “Barbie”, está permeada por un discurso político evidente y explícito.


Negar que las producciones cinematográficas están cargadas de discursos políticos sería ingenuo, ya que siempre existe un sesgo político en la creación del arte, independientemente de que sea consciente o inconsciente, ahí está. Sin embargo, una tendencia creciente dentro de la industria cinematográfica parecería ser el hacer dichos discursos políticos lo menos evidentes posible, esto ha ocasionado que el consumo de cine se reduzca a mero espectáculo, consiguiendo que las producciones de Hollywood aparenten ser apolíticas. Pero más allá de ser apolíticas, la realidad es que no son transgresoras, no es que carezcan de narrativas políticas, sino que simplemente replican las predominantes y, por lo tanto, es más difícil identificarlas. “Barbie” desafía esto completamente, aceptando un discurso feminista y una crítica contundente al patriarcado sin dubitaciones y explicitándolo de tal forma que es imposible decir que no está presente. Debido a esto, a diferencia de las discusiones en redes sociales, en las que se le atribuye un carácter político a la idea de la ‘representación’, sin tomar en consideración el discurso político que está presente en la narrativa de la obra, las discusiones en torno a “Barbie” están intrínsecamente asociadas a su postura política explicitada dentro de la obra.


Ahora bien, sería difícil pretender que esta película está dirigida primordialmente a

alguien como yo, un hombre cisgénero, pues existen diversas escenas cuyo impacto

emocional parece radicar en la cercanía de la espectadora con la experiencia de habitar un

cuerpo feminizado, así como con el padecer ser sometida a roles de género específicos con

base en eso. Esas experiencias me son ajenas en cuanto experiencias vividas, pues a pesar

de estar familiarizado con ellas, y tener conversaciones sobre ello con personas que lo han

vivido, mi familiaridad radica exclusivamente en la empatía, no en la vivencia misma. Al

reconocer esto, también reconozco que es probable que lo que tenga que decir sobre la

película va a estar atravesado por cierto sesgo que proviene de esa falta de experiencia y,

por lo tanto, quizás pase a segundo término en cuanto a su relevancia para la conversación actual. Sin embargo, también me parece que la película entabla una conversación directo

con los hombres cisgénero, pues al mismo tiempo que busca evidenciar las distintas formas

en las que se ejercen múltiples clases de violencia sobre las mujeres, también parece

reconocer los distintos factores que llevan a los hombres a la perpetuación del patriarcado.


En primera instancia, creo que la forma en la que se maneja la idea del patriarcado y sus efectos resulta bastante efectiva, pues resalta la forma en la que la dominación se ha propagado y lo normalizado e interiorizado que se han vuelto ciertas conductas violentas, al

grado de que el contraste entre la realidad y el mundo idealizado del que viene Barbie, es

gran parte de la comedia dentro de la película. Así mismo, también satiriza de manera efectiva las razones por las que un gran demográfico de hombres en la actualidad han optado por reforzar la idea clásica de masculinidad, en la que su valor está determinado exclusivamente por sus bienes materiales y su capacidad física, a pesar del costo personal que dicha idea tiene sobre ellos mismos. En ese ámbito, la película funciona muy bien, pues consigue criticar el patriarcado sin vilificar al hombre, demostrando las diversas formas en las que el sistema mismo afecta y perjudica al mismo demográfico que enaltece. Esto ayuda a que el discurso narrativo de la película no consista en señalar al hombre como individuo responsable del sistema, sino al sistema mismo como responsable de la perpetuación de esas conductas dentro del individuo, explicitando las causas de su conducta sin justificarla.



De igual forma, consigue hacer un comentario muy acertado sobre cómo esa

carencia de identificación propia y de valor personal fuera de las relaciones con las demás

personas, así como de las posesiones materiales, es una de las razones por las cuales existe

tal renuencia por parte de los hombres de desmontar la jerarquización patriarcal. Pues fuera

de ella no poseen un valor intrínseco, y es sólo dentro de esas dinámicas que su existencia

parece tener alguna clase de significado. Es por esto que la comparativa entre ‘Barbieland’

y el mundo real es tan efectiva, pues al despojar al hombre de ese valor mediante la

dominación, éste se encuentra vacío. Y es ante ese panorama que se da la pauta para

comprender por qué es necesario que los cambios sociales no se reduzcan a la simple

inclusión, porque la realidad es que al optar por únicamente enfocarnos en la carencia de

distintos tipos de personas dentro de las esferas políticas, económicas y gubernamentales,

perdemos de vista la imposibilidad de autodeterminarse más allá de esas dinámicas de

poder en las que formamos parte, lo que nos lleva a intentar perpetuar el sistema.


Este problema también se hace evidente en la idea de empoderamiento que se

observa en “Barbie”, ya que la idea misma de empoderarse es el problema que subyace en

la narrativa de la película. Se menciona bastante la importancia de Barbie en la esfera social

mediante ese empoderamiento, pues se habla sobre cómo previo a su aparición, lo único

que se reconocía como posible para las niñas era crecer y volverse madres, pero ante la

aparición de Barbie el panorama cambió, y ahora se les decía a las niñas que podían ser lo

que quisieran; astronautas, escritoras, doctoras, políticas, científicas. Y ahí se observa el

mismo problema, pues se sustituye la autodeterminación de ser madre, por la de ejercer cualquier profesión o trabajo. Ahora bien, la película reconoce que esa misma idea de

empoderamiento qué representó Barbie también contribuyó a la creación de nuevas

expectativas inalcanzables para las mujeres, ya que al no desmantelar lo que se les exige a

las mujeres, sólo aumentó el nivel de exigencia, pues aunado a la realización del trabajo

doméstico y de los estándares de belleza que se les impone, ahora también se esperaba que

asumieran un papel más directo en la fuerza laboral. Pero ahí es donde se manifiesta de

nuevo la importancia de buscar un cambio sistémico, y no una mera subversión del sistema

actual, porque mientras éste permanezca, todas las personas estamos condenadas a usar las

categorías dadas, y no las propias.


Ante esto se puede realizar una comparativa entre lo que Barbie representó como

juguete y lo que “Barbie” como película puede llegar a ser. Pues si bien esa subversión que

implicó el decirle a las niñas que podían ser lo que quisieran ser no significó la

emancipación de la mujer y la caída del patriarcado, sí fungió como una transgresión

directa al sistema y dió pauta a que se suscitaran ciertos cambios de paradigma en la forma

de concebir el rol de la mujer en la sociedad. De la misma forma, seguramente de la

película no va a devenir un cambio social radical en el que los sistemas de opresión sean desmantelados, pero sí puede marcar un inicio en el que los productos comerciales cuestionen problemas sistémicos y que de esto provenga un mayor cuestionamiento por parte de los espectadores.


Si bien es un buen punto de partida la identificación personal de problemas

sistémicos y la forma en la que impactan directamente al sujeto individual, es imperativo no

permanecer dentro de ese marco de acción. Pretender que la micropolítica no es relevante

sería un error, pues es desde ese contexto subjetivo e individual del ‘yo’ que se vuelve

factible identificar un malestar que te sofoca, sin embargo, permanecer dentro del ámbito

individual resulta perjudicial, pues reconocer que el malestar es generalizado es lo que

otorga la posibilidad de lucha. Ahí es donde se abre el terreno del cambio, en el

reconocimiento de que toda la vida está siendo sofocada, independientemente de las

categorías individuales en las que nos asumimos, dentro del neoliberalismo todas las

personas presencian dicho malestar, evidentemente se manifiesta en distintos ámbitos de la

vida individual y en distintos grados, así como en diversos tipos de violencia, pero la

realidad es que cada uno de esos malestares subjetivos y la falta de reconocimiento propio,

existiendo exclusivamente en conjunto, es ocasionado por la colonización global que

provoca el capital. Esto se suscita dependiendo de las categorías que conforman la

subjetividad de la persona, haciendo que ciertos sectores lo experimenten en mayor o

menor escala. Así mismo, la homogenización del individuo ha provocado que se

fragmenten las luchas sociales, la identificación entre las víctimas de cada tipo de violencia

forma un vínculo comunal, y de este vínculo es que se propone un cambio, pero se tiende a

limitar exclusivamente a cambios pertinentes en cuanto a la violencia específica que se les

ejerce.

Es por esto que el observar en un producto comercial tan grande esas vivencias de opresión resulta imperativo para el cambio social, ya que el empatizar con cada forma de opresión es el primer paso para detenerla. En la actualidad las esferas sociales se han cerrado tanto que cada individuo se encuentra en una cámara de eco en la que su ideología está siendo constantemente validada por el algoritmo de las redes sociales, que los pastorea hacia campos en donde abundan personas con sus mismas posturas, o que les otorga herramientas para imponer su lectura sobre toda clase de contenido y aceptarla como la única posible. Debido a esto es que quizás “Barbie” como fenómeno comercial impacte exclusivamente a ciertas esferas sociales, puesto que su impacto simplemente validaría ciertas posturas políticas. Dentro de los círculos feministas, de izquierda, y los que abogan por una cambio social en general, la película puede representar esa validación de su discurso y fungir como una ejemplificación de los problemas sistémicos de los que se habla; mientras que para los círculos de derecha, anti-feministas y conservadores, la película de igual forma validará su discursos sobre cómo lo que ‘verdaderamente’ busca el feminismo es la ‘opresión del hombre’, y sobre los supuestos riesgos de una presunta ‘emasculación’ de éste. Ante esto es que la capacidad de “Barbie” como fenómeno comercial se torna relevante, pues si bien no servirá para problematizar las dificultades y los malestares que devienen del patriarcado dentro de esos círculos, sí puede conseguir que aquellas personas que no se encuentran en alguna de esas ideologías cuestionen la realidad sistémica y opten por preguntarse sobre las formas de opresión que subyacen en ésta.


Ahí es quizás donde radique la importancia de “Barbie”, no en la explicitación de

una teoría feminista compleja que aporte a las diversas conversaciones en cuanto a las

formas de explotación y opresión, sino en la explicitación clara de las problemáticas que

enfrentan las mujeres bajo el patriarcado. Así mismo, tampoco ofrece una solución a lo que

problematiza en cuanto a la autoidentificación de los hombres con base en la jerarquía

social, pero sí señala el problema y lo pone en tela de juicio, haciendo que caer en cuenta de

que existe tal problema sea el primer paso para solucionarlo. La relevancia de esta obra

existe en la visualización del problema, no en su solución, así como en la catarsis que se suscita al ver ejemplificadas las dificultades de vivir bajo las distintas jerarquías de poder. Ante esto es que el fenómeno comercial que ha sido “Barbie” abre la posibilidad a que se convierta en uno cultural. Al romper con el silencio habitual o la discreción con la que se trataban los problemas sistémicos, al optar por plasmar esos problemas como fenómenos

del pasado o como casos particulares aislados, esta película puede marcar la tendencia de

hablar explícitamente sobre las formas de opresión y dar pauta a que el cine vuelva a ser

transgresor.

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Karen Lima.


Tuve la oportunidad de participar en Radial el proyecto de Alta-Voz para difundir a las radios comunitarias de México. Pasé muchas horas escuchando diversos conductores, programas, canciones que no conocía, anuncios comunitarios y complacencias. Mientras escuchaba el contenido de estas maravillosas radios independientes, sentía que estaba conectándome con esas personas, en esos pueblos y comunidades a lo largo y ancho del país. Me quedé sorprendida porque el deseo que estos radialistas tienen por compartir su cultura y sus conocimientos se refleja en sus esfuerzos por sacar adelante a sus estaciones. Las estaciones comunitarias no suelen tener fines lucrativos, sino que lo que buscan es comunicarse libremente y crear espacios para que sus comunidades compartan sus inquietudes, sin intermediación.


La libertad de expresión en un gobierno democrático es muy importante porque nos permite tener acceso a información para desarrollar el pensamiento crítico y analizar las dinámicas sociales y la violencia a nuestro alrededor. Por otro lado, la falta de libertad de expresión afecta el desempeño de las instituciones del Estado para atender las necesidades de prevención, protección y acceso a justicia de las personas.


No obstante, debido a sus implicaciones políticas, ejercer la libertad de expresión en México es “una actividad de alto riesgo”. Comunicadores, periodistas y personas defensoras de derechos humanos con frecuencia tienen que enfrentar condiciones de inseguridad pública, laboral y social para ejercer este derecho. Por esta razón, las radios comunitarias de México, al no pertenecer al sistema de telecomunicaciones estatal, ni a empresas privadas, se encuentran en constante riesgo, por lo que sus proyectos son un acto de resistencia.


Las radios comunitarias pueden llegar a hablar de temas que los medios masivos de comunicación callan, lo cual ha llegado a ocasionar que los radialistas se vean violentados en un intento de otros grupos de aminorar el impacto social de su trabajo. Esto sucede sobre todo entre los radialistas que hacen activismo político o críticas a los gobiernos y a las instituciones.

Durante la investigación que estuve realizando, hubo tres estaciones en particular, cuyos miembros han sido violentados y estos actos de violencia se han dado a conocer de manera pública en los medios. Sin embargo, no dudo que las demás radios comunitarias también pueden haber estado en situaciones similares pero que no hayan hablado al respecto.


Desaparición forzada del director de Radio Ocumicho

En primer lugar, al investigar sobre la radio Ocumicho, una radio comunitaria de Charapan, Michoacán, me encontré con que el periodista Esteban Cruz Rosas, director y locutor de esta estación y coordinador del Consejo del Gobierno Comunal, desapareció a manos de un comando armado el 28 de abril de 2022. Mediante un comunicado, el Consejo Supremo Indígena de Michoacán presentó una denuncia ante la Fiscalía General de Michoacán y en forma de protesta, un grupo de purépechas bloqueó cuatro carreteras Uruapan-Pátzcuaro; Cherán-Zamora; Paracho-Uruapan, y Tangancícuaro-Patamban para exigir la aparición de su líder comunitario.


Después de que la Fiscalía General de Michoacán , la Secretaría Pública de Michoacán y la Secretaría de Defensa Nacional hicieran una búsqueda, se anunció, a través de la cuenta de Twitter de la fiscalía, que el periodista había sido liberado sin dar mayores detalles. Se cree que la desaparición se relaciona con las disputas violentas que aquejan a Tangancícuaro, una región fronteriza de Michoacán donde opera el Cártel Jalisco Nueva Generación y Cárteles Unidos.


Amenazas de desalojo a Radio Zapote

En segundo lugar, al investigar sobre Radio Zapote y su historia me encontré con que esta estación ha recibido amenazas de desalojo en varias ocasiones. La más reciente fue en agosto de 2022, cuando hubo un intento de desalojo de la estación del edificio de su sede en la ENAH, (Escuela Nacional de Antropología e Historia) por orden del Dr. Hilario Topete, director de la ENAH, sin previa consulta con el Consejo Técnico, y sin diálogo previo con el colectivo de la radio.


Este intento de desalojo fue encabezado por el encargado de despacho de la subdirección administrativa de la ENAH C.P. Obed Mateo Reyes Jerónimo, quien llegó acompañado de policía auxiliar de la Secretaría de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México y un cerrajero , bajo la justificación de que esas instalaciones no se habían ocupado durante la pandemia y que la escuela necesitaba un espacio de bodega. No obstante, la razón porque esas instalaciones no se habían usado durante la pandemia era porque la misma escuela había cerrado para pasar a una modalidad en línea, pero ni siquiera les estaban permitiendo a los miembros de Radio Zapote acceder a su equipo.


En respuesta, los miembros del colectivo impidieron el desalojo pacíficamente. Hicieron una transmisión en vivo de lo ocurrido y convocaron a un mitin en defensa de Radio Zapote el 26 de agosto de 2022. Hoy en día siguen resistiendo.



Asesinato del director de Radio Kashana

Por último, el cuerpo del periodista y director de Radio Kashana en Mulegé, Baja California, Rafael Murúa Manriquez, fue hallado sin vida el 22 de enero 2019. Su desaparición había sido reportada días antes y fue la Procuraduría General de Justicia de baja California, quien identificó el cuerpo que se encontraba en una carretera de Santa Rosalía- San Ignacio. Rafael Murúa manríquez tenía 34 años de edad.


Desde 2017 el periodista denunció que sufría amenazas y agresiones debido a su trabajo periodístico y a sus críticas al gobierno del alcalde de Mulegé, por entonces, Felipe Prado Batista. También recibió mensajes intimidantes de una persona vinculada al crimen organizado. En respuesta, el periodista llegó a autocensurarse y a esconderse por periodos y buscó la ayuda del Mecanismo de Protección para Defensores de Derechos Humanos y Periodistas, sin embargo, esto no evitó que siguiera recibiendo agresiones.


Al encontrar el cuerpo, las autoridades informaron que tenía en su posesión tres paquetes de lo que parecía marihuana, después dijeron que tenía varias perforaciones en el tórax y luego que tenía un disparo en la cabeza. Sin embargo la falta de consistencia en los reportes y la criminalización de la víctima, invisibilizando las amenazas que recibía por parte del gobierno, son una falta de respeto hacia los familiares del periodista.


En respuesta, la AMARC (Asociación Mundial de Radios Comunitarias) México escribió una carta a las autoridades de México, exigiendo protección a los periodistas y un reparo a los daños y violaciones a sus derechos humanos.


Un precio demasiado alto para la comunicación libre

Al leer estas historias, me dan escalofríos y siento mucha rabia, porque conozco el trabajo de estas personas. Sé lo que sacrifican con tal de poder comunicar sus ideas fuera de los medios tradicionales, donde su voz no es bienvenida. Estas son violaciones del derecho de libertad de expresión y comunicación. Me parece triste que los espacios de comunicación independientes, sin fines de lucro, que celebran la libertad, los derechos humanos y la diversidad cultural, sean los que más violencia reciben.


En este video de A+J, se entrevistan a las familias de las víctimas de algunos radialistas comunitarios en nuestro país, quienes dan cuenta de las implicaciones y riesgos que día a día enfrentan quienes forman parte de las radios comunitarias. Este video me hizo pensar en el daño que significa agredir a un comunicador: no sólo se está violentando a una persona, sino a su círculo y a todos aquellos que se veían beneficiados por su contenido.


Probablemente la violencia a los periodistas y a los comunicadores seguirá existiendo, pues es una consecuencia de la resistencia a la violencia sistemática que enfrentan las comunidades. No obstante, espero que las autoridades gubernamentales pongan en acción medidas de protección para quienes se dedican a informarnos y a educarnos, a quienes les debemos tanto, porque no debería ser normal que en México se pague con la vida para la libre expresión.


Radial. Un proyecto de difusión de radios comunitarias en México.

Por estas razones, te invito a que apoyes y escuches a más estaciones de radio comunitarias. Si todavía no conoces Radial, una selección de más de cuarenta radios comunitarias mexicanas, te recomiendo que revises este proyecto de Alta-Voz. Las publicaciones de difusión las puedes encontrar en la cuenta de Instagram @altavoz_sc y de manera más amplia en la cuenta de Twitter @altavoz_sc.


Creo que mi parte favorita de formar parte de este proyecto fue la forma en la que me sentí conectada con radialistas tan apasionados, su lucha me inspira en mis propias batallas. Cuando en conversaciones se llega a hablar de ciertos pueblos de México, suelo recordar las personas en cabina de sus estaciones comunitarias con sus deseos de compartir su cultura y su forma de pensar. Creo que escuchar a las radios comunitarias y apoyarlas es una forma de apoyar la democracia, la libertad de expresión y la cultura de México.



Fuentes

Infobae, “Autoridades de Michoacán liberan al periodista Esteban Cruz Rosas” https://www.infobae.com/america/mexico/2022/04/30/autoridades-de-michoacan-liberaron-al-periodista-esteban-cruz-rosas/

Amarc Europe “El secuestro y asesinato de Rafael Murúa” https://amarceurope.eu/the-kidnapping-and-murder-of-rafael-murua/?lang=es


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